El secreto de un buen hojaldre reside en la forma de trabajarlo. La masa debe doblarse y extenderse 5 ó 6 veces, cada vez en diferente sentido, lo que hace que al hornearla quede en forma de finas hojas superpuestas. También es importante dejarla reposar unos minutos en el frigorífico entre cada operación, para que no esté demasiado blanda.